jueves, 28 de mayo de 2009

El Ararteko, Íñigo Lamarca, «Ser homosexual me hizo rebelde»

Íñigo Lamarca, a la derecha, junto a Sergio, con quien se casó en 2005.



.El Ararteko, Íñigo Lamarca, cuenta sin tapujos cómo descubrió que era gay y lo que le costó aceptarlo
IÑAKI ESTEBAN
A Iñigo Lamarca le viste hoy el prestigio de ser el Ararteko, de haber dado clases de Derecho en la universidad y de poseer una brillante carrera profesional. Pero antes de llegar ahí arriba reprimió por miedo mostrarse como era, también ante sus amigos íntimos, al igual que tantos homosexuales. Para el Ararteko, casado desde 2005 con Sergio, todo aquello es historia, una historia que no quiere olvidar y que ha puesto por escrito en 'Diario de un gay adolescente' (Alberdania), una autobiografía clara, valiente y sin remilgos de confesionario.
Lamarca no jugaba con muñecas y todo el mundo le consideraba un chico 'como los demás'. Pero al sentarse al lado de su compañero de pupitre se sentía «dentro de una extraña burbuja de placer, sobre todo cuando se esmeraba en escribir con buena caligrafía, para lo cual movía las manos con parsimonia y elegancia al tiempo que hacía asomar de entre los labios la punta de la lengua».
El chico no había cumplido entonces los trece años, edad en la que empezó a tomar una conciencia más definida de su sexualidad. «En los primeros años la masturbación que empecé a practicar no tenía rostro, pero pronto descubrí que si lo ligaba a una imagen el placer era más intenso. Me sorprendí y asusté cuando descubrí que mi mente elegía imágenes de chicos. No, aquello no era normal -me decía- y, por consiguiente, tenía que eliminar aquel maldito impulso», rememora.
Un compañero de clase le pasó un calendario, robado a su padre, en el que se veía a una mujer de pechos generosos, y él por su parte recortó el anuncio de una revista con la foto de un culturista. Lamarca se encerraba en el baño con las dos imágenes, y con la intención de fijarse en la mujer, aunque siempre acababa concentrándose en los músculos del deportista.
Su primer amor platónico se llamó Aitor. Tenía entonces 15 años y, como el resto de los adolescentes enamorados -al menos en aquella época, mediados de los setenta-, trataba de pasar el mayor tiempo junto a él pero sin decirle lo que sentía.
«Sacar fuera el asco»
Las páginas que dedica el Ararteko a Aitor y a aquel periodo son las más desgarradoras de un libro que no se anda por las ramas. Lamarca se resistía a aceptarse como era y su conflicto interior crecía. Para encauzarlo empezó a escribir un diario, con unas primeras entradas de este tenor: «Tengo ganas de romperme la cabeza contra paredes y muros, de dar patadas a puertas y cristales, de romper, destrozar, de deshacerlo todo... de sacar fuera el asco».
Pero el joven se serenó, racionalizó su situación y lentamente se fue reconciliando con ella. «La conciencia de ser homosexual me creó un sentimiento de culpa pero, más tarde, me hizo rebelde», escribe.
No fue un proceso fácil. Primero se compró una revista para gays, 'Party', por el procedimiento de adquirir también una publicación política y meter la otra debajo para que nadie le descubriera, y luego respondió a una carta de la sección de contactos. Gracias a ella conoció a Carlos y a su grupo de amigos, que le llevaron por la llamada Cuesta del Culo de San Sebastián, una zona de ambiente situada entre La Concha y Miramar.
El trato con aquellos amigos aflojó las tensiones internas, y le sorprendió la poca cantidad de parejas que había en los círculos homosexuales. «Yo era un romántico empedernido. Buscaba el amor absoluto y empecé a sospechar que en el ambiente no lo iba a encontrar fácilmente».
Lamarca siguió escribiendo a las secciones de contactos de las revistas para homosexuales y gracias a ellas conoció a unos cuantos amigos con los que surgió el sexo ocasional. En 1984, cuando tenía 25 años, comenzó a dar clases en la Facultad de Derecho de la Universidad del País Vasco, radicada en San Sebastián, y alquiló un piso en el barrio donostiarra de Egia. «Mi casita de la calle Baztán se convirtió en un lugar muy frecuentado por maricones. Amantes y amigos le daban muchísima vida a ese espacio de 50 metros cuadrados al que le sacábamos un provecho excepcional. Treinta y tantos años atrás hubiéramos sido detenidos en aplicación de la ley de peligrosidad social, como les ocurrió a los donostiarras que se encontraban en un piso de la calle Garibay».
Aparte de estas aventuras, el futuro Ararteko comenzó a ir a Bilbao y a frecuentar discotecas como Distrito. Allí conoció a Fernando, con el que se inscribió en el registro de parejas de San Sebastián.
Lamarca ya se había aceptado como era, pero no se olvidaba de lo mal que se lo había pasado en la adolescencia y con ese recuerdo comenzó a participar en Gehitu, la coordinadora de gays y lesbianas del País Vasco.

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